lunes, 7 de noviembre de 2011

Práctica de estilo: 19 líneas y, aunque vacile, un tiro.


(1) Soy una bala perdida y cuando balo pierdo bocado. Cuéntame, que de noche, soy oveja, vestida de lobo.
(2) Veinte versos para todas mis vidas y sus muertes, fieles parejas de baile. Yo no sé bailar, ni siquiera sola.
(3) Intentaré la concisión, mi asignatura pendiente. Aunque reincidente, repetiré mi curso. Contradictoria,
(4) con pulso firme vacilaré practicando un estilo, camaleónica, a pesar de que el cambio de color me descolora,
(5) cuento con un as en malas horas, en las mangas verdes, soy gata con botas (de vino  y se fue―), de noche parda
(6) y pardilla de día, la curiosidad me mata, pero no temo, aún me queda una vida que pende de mi hilo,
(7) de talle a detalle,  del que tiro por la culata deshaciendo la bobina  antes de llegar al (h)uso, iluso. O no.
(8) Nunca fui práctica pero tengo mis trucos fáciles para los días chungos: escribo en una pequeña fuente,
(9) hago trampas, nado en la abundancia y des(e)obedezco a las parcas (palabras) en el patronaje de mi traje
(9) aunque así acabaré en cueros, siempre en la luna, distraída mirando las musas arañas y sus telas mágicas,
(10) tejido del que quiero mi abrigo contra el frío, aun a riesgo de ser mosquita muerta. Sé que estoy suspensa.
(11) Deficiente en poesía. Es a posta, para seguir intentándolo, recuperaré en septiembre, apurando los segundos
(12) y las copas. Péscame antes de que te dispare con mi fusil de asalto el tiro de gracia, que me canso de darte caña,
(13) que me encasquillé en un momento, sin cartuchos de tinta cuando, al instante, quise haberlo impreso,
(14) por eso, pesca un pescado o un calamar en su tinta, que ya no necesito del alimento de peces
(15) pero sí de sus espinas de rosas, a veces raspas. Sobre todo si no te afeitas. Pesca una basura en un mar de letras
(16) y si sacas a la superficie algo de valor, devuélvelo al fondo o véndelo en el rastro (que dejo).
(17) Abrazo la decadencia, te haré un dibujo mientras estás en faena. Te lo regalaré en lámina, del ajo que comerás
(18) si te picas, hecho con la mina de mi lápiz. Sonríe amigo, que acabará bonito. Sigue contando, te estoy cocinando
(19) en una fría madrugada una fabulosa fabada con 19 líneas entre manos y tu nombre en una bala. 20 con ésta.

¿Te has dado cuenta? Repetí la novena y, según mi cuenta adelante, es el momento de dispararte: ¡Bang! Te mato.
Giro dramático. A partir de la veinte-haba, sólo doy gases, cuentos que nunca se acaban. Y antes… Sólo pajas y cáscaras.

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