sábado, 19 de noviembre de 2011

Capricho de niños

Quiero el refugio de mi cuba oxidada,
abandonada al lado del chaparro
y el columpio de la rama más alta colgado,
quiero mi choza en las montañas de ramón del olivo.
Quiero mis botas con dos cuartas de barro,
y mis renacuajos de los charcos.
Y en el pan de cuarterón: el hoyo
de aceite y azúcar
con la migaja de miaju.
Quiero mis tardes lluviosas de olor a humo
cuando hasta éste, temeroso del frío,
prefería quedarse en el cuartillo
y junto a la candela, se resistía a salir por la chimenea,
conservándonos a todos ahumados.
Quiero arrimarme tanto al calor del hogar
que me salgan cabrillas en las piernas.
Quiero mi chorizo en manteca y mi silla de anea,
las castañas asadas y las bellotas.
Quiero la lluvia furiosa golpeando la ventana
exigiendo entrar y resguardarse de ella misma,
de su propia rabia.
Quiero tras la lluvia, salir en busca
de la esparraguera de las cunetas;
del caracol en la hierba
que se parte los cuernos y la cabeza
para llevar su casa a cuestas,
envidiando a las babosas;
de las alúas y sus alas,
¡los ángeles debieran dejarse de tanta pluma
y sacar sus sexos al sol!
Quiero mis pedorretas con los sobacos y por fin,
aprender a silbar y a echar un gargajo.
Hacer cola para, cuesta abajo,
aprender a domesticar una bicicleta, la motoreta,
y perder el equilibrio, justo cuando no estás a mi espalda
me dejas sola y me doy cuenta.
Ya es tarde: rodillas desolladas,
paliza, grasa en los pantalones
y parches en las rodilleras.
Tiritas para que no se salgan las tripas,
tiritas para bailar cuando suena el frío.
Parches y tiritas para mis ojos
para no desbordarme 
y que se me salgan los adentros.
Echar carreras como galgos flacos.
Mear de pie y aprender que mejor, sentados.
Nuestras tardes de empezar fingiendo la lucha libre,
primero sin rozarnos, para al segundo acabar a palos
limpios
y manchados.
Las vigas de mi techo y sus polillas,
las frías sábanas blancas níveas del invierno,
asomar sólo la nariz por el cobertor
y fingir que fumamos al exhalar el vaho.
Recordar en ese momento una historia de miedo,
aunque sea de las malas del “club de medianoche”
y con la escusa de darte un susto disfrazada de fantasma
con todas mis mantas encima, compartir cama y abrigo.
La lengua áspera del becerro  al darle leche en polvo.
Criar al gorrión caído del nido y al cachorro herido
por la brutalidad del humano.
Escondiendo a ambos a sus ojos.
Ver cómo la vieja bruja hinca la nariz en la mesa  
cabeceando aburrida de nuestros cuentos de hadas,
en que siempre ganamos.
Quiero mi libro del “club de los cinco”,
inventar una aventura.
Me toca ser Georgina porque tengo el pelo corto,
no me digas juanillo machopingo,
llamaré Tim a este cachorro que hoy dormirá con nosotros.

Junto a la Camorra, la montaña más mágica,
ver la luna que se asoma cundo quito el trapo verde.
Sólo desde esta ventana rota
se ven los unicornios que re-linchan
porque son muy chulos, a los caballos,
que pierden las carreras porque no vuelan,
el zorro le cuenta una historia a la gallina
para que deje de ser tan cobarde,
y la lechuza, sin parpadear, nos mira.
Quiero a Platero y a Cordera.
Te quiero a ti a mi lado.
Te quiero a ti a lo lejos.
Quiero todas esas sensaciones,
las mismas,
pero con otra vivencia.
Y seguir siendo yo.
Tengo el capricho hoy,
de no saber de su existencia,
de no quererla,
de hacerle desaparecer
de la faz de la tierra.

“Si te quedas conmigo volverás a reírte de verás”. De nuevo hago magia.

2 comentarios:

  1. Lo he intentado, no te rías:

    Quiero teclear una y otra vez “a,s,d,f,g”
    en tu máquina de escribir
    mientras huele a ternera de los domingos
    y a “papas” fritas.
    que saques los duros del monedero
    para hacer trampas jugando a las cartas
    aunque las ganancias vuelvan al sitio de siempre
    estirar mis brazos
    y ayudarte a preparar los ovillos
    para hacer bufandas de lana y patucos
    quiero ir a buscar un canario
    y encontrarme un perro
    quiero ir de excursión al Toro
    llorar por quedarme atrapada
    que me rescaten
    y querer volver siempre.

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  2. Quiero despertar con el olor a ducha de la mañana,
    correr en tu busca hasta encontrar en tus brazos
    el cariño que necesitaba.

    El olor a natillas de la cocina,
    mientras tú y yo esperamos
    para entrar a hurtadillas,
    mientras ella nos vigila.

    Los largos días de verano,
    en que pasabamos horas construyendo,
    castillos de sueños
    que se llevaba el viento.

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