viernes, 10 de septiembre de 2010

tímida-mente se presenta una mijita. Asoma la patita.

Soy chica. Quiero decir, de sexo, de edad y de tamaño. Chica, chica, chica como una miguita de una mijita. Disculpen las faltas, todas las faltas y todo lo que falta. Y si eso… No me lean.

Puedes nacer con un pan debajo del brazo, puedes pasarte la vida mirándote el sobaco en búsqueda infructuosa, robar un coscurro a los galgos flacos si corres más rápido. Hacerte con unas uvas y con el mendrugo del mendigo es una solución ponzoñosa y aunque lo que no mata, alimenta, uno puede morir bien alimentado, lazarillo. Antes de que los nudillos den un coscorrón, escapa. Puedes hacer la de Marcelino y preferir solo el vino.

Puedes no darte cuenta y que tu pan endurezca, se te caerán los dientes de leche sin dar bocado o se caerán al primero. Nacerán tus muelas de juicio y ordenarán el Orden en tu boca a golpe de martillo y alambre hacinando tus colmillos entre rejas, apresando el instinto del mordisco y, bajo libertad condicional, la lengua, privada de sentido, no vaya a contar lo indebido ni cuanto se debe.

 
Mientras encuentro un p(l)an mejor, hago el Camino. Suelto algunas migas del mío, por si me pierdo y quiero volver, a sabiendas de que “al volver la vista atrás” no las encontraré, no necesaria-mente las mismas que yo arrojé. Soy consciente. Yo también me alimento de las miguitas que me encuentro, a veces compito con los pájaros, con los hombres y otros bichos ¡Bandidos! Otras veces las voy guardando, tesoros en el fondo de mi bolsillo. Esta es una doble búsqueda: la de la mijita indivisible, el último átomo que fuera el origen…. y el destino: me conformo con una casa de paredes de chocolate, flores de piruletas y ventanas de caramelo. Sin moscas, por favor. El azúcar me subirá y al final las caries me impedirán morder. Ya le contaré a la de la verruga y la nariz puntiaguda quién de las dos es la bruja y que su escoba también sirve para volar, que se olvide de la limpieza y de los trabajos (forzados).

Y porque nunca se anudan los dos extremos me hallo en este camino. Si tú tienes más prisa corre y pasa de largo, para que no me atropelles me tiraré a la linde, a ver si gemimos un rato. Y luego, seguiré despistada, caminando, cociendo la corteza en los días y amasando la ternura de las noches.