miércoles, 30 de noviembre de 2011

Me dueles

Como un raspado sin anestesia
en la matriz del sentimiento
y entonces, nace este feto muerto.

Como un galgo cojo que, inútil para la cacería
y tan flaco, queda colgado del árbol.

Como la tristeza de la madre que cierra los ojos
y al volver a abrirlos los ofrece vacíos,
sin la imagen de su hijo,
el que ha desaparecido si está en la plaza de Mayo,
o el que no nace, si la madre se llama Yerma.

Me dueles, como las moscas que, porque
no sacian su sed de muerte en cuencas vacías,
acuden a las infantiles cuencas pardas,
aún, por hallarse en el principio ―y casi al final―,
con algo de vida.

Me dueles, como la sequía que cuartea
la tierra y hace baldías
las heridas de mis manos
que cavan desnudas hasta llegar a la roca
para que la humedad florezca
con pétalos de agua, mojando esta
absorbente bayeta
y en breves instantes el fruto perezca
sin que el esfuerzo merezca la pena.

Me dueles como la encefalopatía espongiforme
de mi cerebro que se empapa de empatía.
Como los dedos que tocan la campanilla
y suenan los repiques de la bulimia.
Porque después del atracón
viene la tormenta y después de esta,
la bilis, y antes que la calma, la culpa.
Me dueles como las portadas de anoréxicas revistas,
como los ojos de la chica de 13 años,
deseando y odiando,
la chocolatina que miran,
salidas sus costillas.

Me dueles como el gato que desuella un enano hijo de puta,
como el insomnio infantil y la explotación del tirano,
como los niños que caminan quilómetros descalzos
con los zapatos en las manos, que sólo se calzan
cuando llegan al colegio, para no ensuciarlos.
Dame el pegamento,
esnifarlo me hace soportarlo.
Haremos un trabajo manual
pegaremos inocencias rotas,
que tú pagarás con 30 céntimos.

Me dueles como la vulnerabilidad,
como los chuzos de punta
que caen en la ducha de la mujer violada.
Otra ducha, no me limpia este agua
que siempre sale sucia.
Roja en una mujer rota.

Como las corrientes del estrecho,
como las alambradas de espinos tras el ancho desierto,
como la profundidad donde se hunden los sueños,
como las orillas llenas de muertos.
Como los calambrazos en la tortura,
como lo corriente del chantaje,
como la normalización de la barbarie.

Como los dientes arrancados,
como pezones estériles de leche
que muerde las encías del amamantado.
Como el padre impotente que no puede salvarlo.

Gran dictador, te metería por el culo tu báculo
o te haría utilizarlo de remo en tu patera,
abandonándote a tu suerte entre tempestades,
y que te hicieran justicia las fuerzas de la naturaleza,
que te destrozara la furia de los mares,
que te enfrentaras a todos los cadáveres que dejaste.

Me dueles desde el momento en que estás en la frontera
de mi ser,
como el más desafortunado de los animales abandonados,
doliéndonos tu herida a los dos,
desde afuera hasta adentro,
y a la inversa,
desde dentro hacia fuera.

Me dueles como toda esa risa por las calles
llenas de imbéciles que siguen con vida,
Me dueles como la consciencia:
sé que sólo es envidia
porque ellos no sufren mis duelos,
porque estoy sintiendo sobre mí la tierra fría.

Pero si fuera un dios, sólo una divinidad menor,
sacudiría el mundo de tanta malaria
aunque pocos sobrevivirían de la raza humana,
porque este dolor, me duele como una pandemia
llevada sobre mis hombros.
Idiota, individualista juego a Atlas
y me creo con fuerza titánica.

Me dueles como la vida tan desvinculada de la muerte
en este,
el primer mundo con la urgencias llenas de depresión.

Me dueles como la muerte tan vinculada a la vida
en aquél,
el tercer mundo con la emergencias llenas de hambres.

Me dueles como la confusión entre ambos
en mi segundo mundo inexistente,
donde el bienestar es un estado ausente.
Pero continúo en guerra, a caballo entre los dos.
Me dueles con un llanto desconsolado
como un nudo en la respiración,
y atragantada por la desesperanza,
me vuelvo morada y luego gélida piedra.

Me miro al espejo y me rompo,
me unto de potingues hidratantes
antiarrugas prematuras
que hacen huir a la expresión sufrida.
Lleno las bolsas de mis párpados
de lágrimas no vertidas.
Y tras el vapor me descubro.
Y si no me gusta,
te abro los ojos
y en ellos me veo más guapa
y te echo una sonrisa
y vuelvo a soñar y me visto de verde
aunque sea militar,
preparada para la contienda diaria,
para darme un golpe de estado
y cambiar de ánimo.

Me dueles como esta luna de uña,
que araña el cielo de la tierra,
maravillada por su belleza lejana,
y al analizar los restos de su re-verso
al microscopio, de cerca,
descubre que sólo es mierda.

Y descubre lo engañoso de la publicidad:
“Sigue jugando: rasca y gana”.
Y a pesar de todo sigue jugando,
picada aunque siempre pierda.

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