domingo, 3 de abril de 2011

Felicidad en tu día, puta poesía.

Un lunes y de juerga en Santiago de Compostela alguien increpó a una puta muy hermosa. Mi respuesta fue un  despectivo “serás gilipollas” que se me escapó silbando entre los dientes, los mismos que un día, a causa de mis impulsos, alguien me echará abajo. Ella se acercó para agradecérmelo, tras conversar un rato me dijo que si aún no había visitado al santo, que pidiera por ella. Le intenté explicar que no iba a pedirle ni por mí. Ante lo cual se sorprendió y me sorprendió “Solo eres una cría dolida, pero muy guapa, me gusta tu sonrisa. Si quieres un momento conmigo, no tendrás que sacar la cartera, no será un trabajo”. Solo ella se dio cuenta entre tanta gente, alguna, de años atrás conocida, me hubiera gustado intimar más, lo suficiente para contarnos nuestras historias de “Mujer-citas”, descubrirnos la una a la otra en qué momento o qué hecho nos amputó el diminutivo “citas” y, un poco por orgullo, que retirara lo de “cría”, tal vez, por una sola vez, hacer uso y abuso del inventario de desdichas. Decliné su oferta de no-trabajo  dándole las gracias de corazón, pero encantada, le acepté la cerveza. Durante una birra y con una desconocida, en un baile de acentos andaluz-galego, no me sentí sola, sin necesidad de ser camaleónica para adaptarme, no coloreé mi piel a la norma social y no encubrí mi soledad en la forma de sentir.

Es tu día poesía,
la primavera se apunta a la fiesta
regalándote un sol radiante para tus trenzas,
yo vengo con estiércol y tierra,
para echártela encima.
Enterrarte, semilla,
olvidarte.
Pero siempre afloras, superviviente,
a pesar del duro invierno,
aunque no me engañas con este falso milagro
del muerto resucitado,
pues aún llevas las cicatrices del reencarnado,
a punto de abrirse y seguir sangrando.
Me ayudas y a la vez me condenas,  
flor obstinada
que hiedes a pútrido poema


Es tu día, poesía.
Invítame a un buen vino,
sacrifica tus dioses a  tu himen poético,
metáfora del mío,
prosaico,
pues yo sólo tengo adioses
y ningún santo entra en mi santuario.
Se regenera mi virginidad por un ángel sin sexo,
metáfora del zurcido de un recuerdo,
del remiendo de un cerebro.
Celebro un ritual.
¡Cuánta alegoría!
¡Alegría!
¡Brindemos!
¡Por ti primero!
Si lo hacemos por mí, se romperá la copa
y tendré que quitarte la ropa,
para lavarte las manchas,
repasarte con la mirada y los dedos
por si algún cristal se hincó en tu cuerpo.
Aprovecharme de la ocasión
yo que siempre la pinto con tu cabello,
y acariciar tus pechos de versos,
de los que yo bebo
con la desesperación del amamantado,
pues soy una inocente
que no entiende del lenguaje humano
y solo sabe pedir amor llorando
su pérdida de antemano.
Te preguntaré tímida, muy bajito,
si quieres que sigamos,
humedeciéndote el oído,
por donde entra mi saliva
en busca de tus entresijos
encontrando entre tus piernas la salida,
cuya puerta abro activando suavemente tu trampilla.
Te conozco y me conozco.
Preséntame a la mujer que piensa
en el sexo y sentimiento por separado
y no cogidos de las manos.
Yo he de ser de otra naturaleza,
pues si te follo siento tu presencia,
si me masturbo siento tu ausencia,
y en ambos actos te deseo cerca,
tanto, que te hago - y me hago- el amor.
Consigue el éxtasis celestial
hinchando la métrica
y mis recursos figurados que te meto a pelo,
de dónde te agarro
con fuerza pero sin tirar demasiado.
Confundo lo sustancial  y lo adjetivo
con-jugo el verbo adecuado,
para que me dejes entrar
en ti, con esta lengua mía,
ora ordinaria, ora extraordinaria,
ora refinada, ora atrevida,
pero ora oraciones, gracias y perdones,
plegarias y maldiciones,
en las profundidades de tus adentros,
incendiando avernos, desde antaño congelados.
¡Qué demonios! ¡Atea y estoy rezando!
El orgasmo es un instante contradictorio,
una pequeña parcela de cielo e infierno,
muerte y vida,
cima y sima.
Un instante en que quiero decirlo todo y callo.
Descubro los secretos ocultos del mundo
y antes de que mi memoria pueda aprisionarlos,
los ahuyento, al amparo del olvido inmediato.


Siempre fue sincero mi amor por las putas líricas,
de sonrisas en la cara,
tristeza en la mirada
y en los gestos.
Con su hospitalidad húmeda y calurosa,
abiertos los labios, cerrada la boca,
te dan la bienvenida sin besos.
Siempre les dejaré unas cuantas rimas de propina
tintineantes como monedas,
aunque nunca logren (a)pagar sus penas,
ni las mías,
encenderán una bella apología
brindando entre soledades y miserias.

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