domingo, 23 de octubre de 2011

Réquiem por una bici.

Paco, el campesino español, por el que se escribe un réquiem que sus enemigos pagan, tenía un potro. Yo ya no tengo bicicleta. Habré de buscarme otro espíritu indómito.

Perdida la esperanza en que sólo fuera un secuestro express,
sostenida la presión por la válvula de mi olla (y de sus idas),
para que no se me escape nada de este desaguisado,
te doy por desaparecida pues no recibo llamada por tu rescate.
Y porque no estás de cuerpo presente,
te ofrezco esta liturgia de réquiem.

Rallando al alba los incisivos de la noche
que se muere
de envidia
por no seguir la juerga al llegar el día,
voy en tu busca,
pues siempre hacemos juntas 
el camino de vuelta a casa,
con lo puesto,
sin perder prenda importante en las andadas,
con el bolsillo de la camisa intacto
aunque tocado el monedero,
saldadas las deudas,  
reavivadas las heridas ya sin cura
que a falta de pus, alcohol supuran.
En concreto, dos cicatrices de viejas guerras
que me dejó una hermana tuya
cuando de chica aprendía a domarla.
En la rodilla y en la frente.
Ambas me recuerdan un dolor ya domesticado,
por eso nunca me arrodillo en reverencia
aunque aún no he aprendido a no ir de frente.

Pero me desvío,
al amanecer debiera comenzar el pedaleo,
un  ejercicio de fe para expiar los excesos,
engrasar las cuentas del rosario de la aurora
con el que rezamos la cadena malsonante de milagros
cuando hago los cambios de marcha,
y los platillos chirrían riéndose incluso de los arrepentimientos
por los platos rotos,
aun cuando ya no queda nada de la vajilla de mi ajuar,
e intentamos no descarrilar por nuestro carril
poniendo freno a tiempo
aunque zigzagueemos por no ir rectos
y a veces, vayamos de culo.

Pero este amanecer es diferente.
No estás.
Eras la víctima fácil,
vieja niña oxidada, vestida de rojo,
recompuesta por piezas de segunda mano,
hasta que llegaste a las mías,
las primeras manos para las que fuiste mercancía de primera.
Te dejé atada a la farola que alumbraba tu sombra
que encendía el farolero de un mundo pequeño.
A él y a tu suerte te encomendé,
pero los sábados, este señor está de descanso
y tu suerte debe ser tan puta como la mía,
que apuesta por el mal postor, volviéndose mala.
De modo que yo sólo me estaba marcando un farol,
mi jugada es débil y no escondo una mejor.
No estás.
Madrugada difícil de digerir.
Encojo los hombros cerciorándome de tu ausencia
y de mi sobriedad repentina,
dando algunas vueltas sobre ella
y sobre mí misma.
Vuelta, vuelta,  vuelta,
giro, giro, giro,
es el baile a la música del movimiento derrotación
derrotada por la inclinación de mi eje,
que me asegura este desequilibrio precario,
culmino la noche y comienzo el día.

Espero que la vendas bien, ratero.
Aunque vieja, es una buena gladiadora,
que sabe de las estrategias cuando tocan cuestas arribas.
Yo voy a vendarme otra herida que no sangra
me vendaré los pies,
iré caminando a casa,
con Soledad
hasta que me salgan llagas
por su rozadura,
que de tanto roce
le he cogido cariño a esta puta
que presume de ir sola
aun cuando siempre va en mi compañía
Penitencia por mi imprudencia
y mis malas apuestas por la buena fe.
Hoy no podría interpretar a  ET
ni subir a la luna,
aunque siempre esté en ella.
Si fuera piraña mi verano no sería azul
 y habría de morder verdes algas
en lugar de la carne cruda.

Cutre ratero, no la descuartices y la vendas como chatarra.
Sería una ofensa y entonces buscaría la vendetta
con V de vagina tocada o de vainas,
que enfundan y desenfundan mis armas blancas
y las más oscuras.
Congregaría a todos los infieles para tu condena
en esta plegaria
desplegando un réquiem,
por la pérdida de la bicicleta
por el no encuentro de valores perdidos.

Ego non te absolvo a pecatis tuis in nomine mío, Barrabás.
Ojalá mil manillares sin mangos te embistan la carne desnuda,
ojalá mil cadenas desengrasadas te encadenen a latigazos
y dos mil pedales te den patadas en los riñones,
y mil sillines te den por el culo si intentas sentarte,
y mil juegos de platos acierten al tiro contigo,
con desenfreno,
y dos mil ruedas dejen en tu cuerpo las huellas del atropello.
Te estoy crucificando en mil cuadros diferentes y ninguno es bueno.

2 comentarios:

  1. Te traigo un plato de televisión donde se rueda una historia de deseo y se rueda una historia de odio. Un segundo plato, que siempre he querido ser, para evitar la responsabilidad nutritiva. Una cadena de errores, con la que puedes tirar de la bomba. Un amas hijo de hierros, que de tanto errar, ha quedado hecho un cuadro. Juntos podemos hacer piña, colada por ti, y arrancarle los piñones.

    Dos platos, dos ruedas, la cadena, el cuadro y los piñones. Es todo lo que te he podido conseguir. Si algún día la montamos, no tendremos manillar, para esquivar obstáculos, ni pedales, por lo que sólo podremos ir cuesta abajo, y sin frenos.(nunca aprendimos a usarlos)

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  2. Gracias niño, me hace ilusión montar juntos, aunque sólo montemos y desmontemos un rompecabezas y acabemos desarmados a porrazos. No te preocupes si sólo consigues un solo plato y una sola rueda, los compartiremos, como el hambre y la sed. Siempre podemos apiñarnos aun a riesgo de perder los piños y tener que hacernos gachas en las comidas. Montaremos un numerito malo de desequilibrados, el maltrapecista y la malabarista. Pero confío en nosotros, podríamos habérnoslo montado peor e, incluso, en ocasiones, ir de culo. Pero eso no nos pasa a nosotros ¿verdad? Se nos dará bien hacer el mono(ciclo).

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