domingo, 23 de octubre de 2011

Novios de contexto.

“Me sobran motivos pero me faltas tú sobre la cama y ahora las calles están llenas de bandidos cuando necesito de tu madrugada”. De haberlo sabido de Quique González.
Si me embarga la tristeza, para saldar mi deuda, le dejo las llaves de la casa de mi corazón como dación de pago y me voy a darme un homenaje y bebo como un camionero, porque ya nunca más podré hipotecarme, pero así no renuncio a ser una niña que quiere invitarte a “un día de feria en mis labios e ignorar a algunas niñas, que mira, no tienen pelo en el corazón” (de Carlos Chaouen).
La Tacheles es una casa okupa mítica berlinesa dónde ahora sólo hay exposiciones temporales de algunos artistas. De un vistazo elijo el pequeño cuadro que querría en caso de poder querer, pero antes de ver el precio, la vista se me va a otro, más grande y vistoso: el torso desnudo de una mujer sobre fondo rojo, su cabeza es una pecera dónde dan vueltas dos carpas naranjas alrededor de una planta marina de plástico. Sonrío con ruido de ironía y atraigo al italiano creador de las obras:
¿Te gusta? pregunta en ese acento tan peculiar. Me ha escuchado hablar con la amiga y conoce mi idioma porque ha veraneado en las Palmas.
Me parece curioso ¿Se supone que ese es el ma(l)r de amor que tenemos las mujeres en la cabeza?Y le estoy provocando consciente-mente y, a pesar de que suelo ser tímida, esta es una ocasión en que pongo a prueba mis facultades tocapelotas.
Bueno, una vez una chica… y continúa diciendo cosas que prefiero retener para luego, cuando entre en escena el director de escenas, que ya está familiarizado con todas y las ponga en orden.
Tranquilo. También he tenido un amor en la pc-ra de mi cabeza, pero es un mar con más memoria (ram), más personajes, escenarios, y horizontes más lejanos que el cristal engañoso del tuyo digo utilizando una vez más mi chiste, pero no creo que a simple voz capte el matiz, la escritura se me ha hecho indispensable a estas alturas en que no estás tú a pesar de que sigo utilizando un lenguaje común Es el precio que hay que pagar por conformarse con los novios de contexto.
El precio… Es negociable.
De acuerdo digo señalando el cuadro que elegí al principio, quiero ese, el de la noche… berlinesa.
Y él, descolocado por mi elección, me lo envuelve junto a una pequeña escultura de un caballito balancín, anotando su dirección de correo en el envoltorio. Tengo una cita incierta en Budapest. Debe ser una ciudad bonita.
¿Qué son novios de contexto? me pregunta. Y yo me río, pues ya decidí dejarlo para luego.


Voy a ponerte contento con mi texto:
En el teatro del siglo de oro,
siempre entran en escena dos parejas de amantes.
Nosotros ni seremos nobles ni nos haremos de oro.
Pero participemos aunque no ganemos,
nos amaremos en papeles de segundos,
pues no somos protagonistas
y los minutos  y la nobleza están fuera de nuestro alcance.

Novios de contexto:
Cuando sea mi cumpleaños y ya nos hayamos cansado
de descubrirnos  cuán maravillosos somos, el  uno en las narices del otro,
el sexo decaiga en rutina y en su caída por fin se haga polvo,  
siempre puedes hacerme un montaje con algunas fotos,
esconderé  las de cuando era chica,
tenía el pelo corto y mellada la sonrisa.
Se me ocurre que puedes culminar la presentación power point
con una fotografía de un beso lejano y con un viaje de regalo.
Yo esperaré a que acabe la pantomima
y te besaré sólo cuando así lo marque
la finalización de las notas musicales
para que todos lo noten
y nos den matrícula
de nota
con un aplauso
y un gran Ohhhhhh generalizado.
Se me ocurre quizá
que también podemos casarnos.

Amantes de pretextos pro-textos:
Dos desconocidos que seguirán siéndolo
se sonríen y se desean en un intercambio fluido
de tacto que converge en el contacto.

Novios de contexto:
Mi padre y el tuyo acordaron los regalos,
¿Es un acuerdo del que preferiremos no acordarnos, recuerdo?

Amantes de pretextos pro-textos:
No soy tu alma gemela, tal vez ni melliza,
ni siquiera hermanastra.
Has llegado tarde a la cita,
tu media naranja puede que ya esté exprimida
y te encuentres sólo la monda y los huesos,
tal vez, algún beso.
En el mundo somos tantos millones de personas…
Si fuera cuestión de elegir, elegiría a mi vecino de planta,
para ni siquiera tener que coger el ascensor si deseo verlo;
Si fuera cuestión de elegir, elegiría a mi vecino de árbol,
más aún, de rama.
Así, si él fuese melocotón,
yo, como mucho, injerto
híbrido de su especie y la ciruela,
tal vez nectarina.

Líbame el néctar.
No. No es cierto.
Si fuera cuestión de elegir,
seguro estarías en cualquier lugar no común
al que yo elegiría no ir.

Novios de contexto:
El polvo del sábado por el acumulado durante la semana.
El desayuno de domingo por el ayuno diario.
Ella con el Hola entre manos, tú con el As en las tuyas,
recordando otra saliva.
Libertad adulterada,
Con-fianza condicional a que tú no hagas nada
y con dos copas de más no prefieras a cualquiera,
como canta Sabina.

Amantes de pretextos pro-textos:
Yo que no quiero ser tu musa,
quiero un amor en pie de guerra,
con el lápiz desenfundado te reto,
poetas de tinta caliente y sangre de hielo,
que se dan por vencidos y vencedores
cuando la cosa se pone dura,
excitándose en la contienda
satisfaciéndose en la trastienda.

Novia de contexto a chica fuera de tiesto:
Las amigas se casan, niña. Todas. Es lo que toca.
Ni media palabra más. Ni un cruce de palabras
ni un descruce de caminos.

Poeta de contextos a novia de contexto:
Ni media palabra más. Ni un cruce de palabras.
Ni un descruce de caminos. Yo ya tomé el mío.
Nunca más me meteré con los novios de contexto,
que un día se quedaron inmóviles figuras sobre la tarta
que se comen los invitados espectadores.
Pastel de boda, pastelosa soga de nata y merengue,
si solo es porque toca  dar el salto,
entonces podríamos sólo saltar a la comba,
o tal vez, sólo ahorcarnos.
No me hagas caso, estoy tocada,
del ala,
tal vez en breve seré alicaída.
Son hermosos vuestros tocados del pelo,
novias de contexto,
un pretexto para nosotros, poetas,
que nos cansamos pero no nos casamos
con las musas cuando ya no las usamos.
Pero me guardo las letras en este congelador de mi cabeza,
para el autoconsumo cuidado, sin romper la cadena del frío
y aun en caliente ser buena amiga.
Te doy la enhorabuena.
También te la daré cuando te embaraces porque es lo que toca,
porque el arroz se pasa mientras su barco continúa perdido.
El mío estuvo encontrado siempre,
pues mi nombre tiene un mar en medio
y conozco cada uno de sus tesoros, naufragios y habitantes.    
Yo solo tiro porque toca,
los dados por la borda
o los granos de arroz que se han pasado.


Y si algún día te extraño en una piel extraña,
y pienso en ti como novio de contexto,
y me surge la duda de si fue tu erección
alguna vez de cartón piedra,
daré gracias al director de escena,
por poner fin a nuestra interpretación a tiempo
antes del minuto en el noble reloj,
amantes de segundos.
¡Corten! ¡Apaga y vámonos!
Se cierra el telón.

Y entonces salen ellos, que han visto toda la obra, pero son anacrónicos y no entienden de nuestros tiempos y nuestra crónica:
Ella viste un abrigo rojo y tiene en el pelo tanta nieve como él. Ambos tienen la piel de melocotón y huelen al mismo jabón. Él coge el bastón con su mano derecha y ella hace lo propio con el suyo en su mano izquierda. En medio de ambos, sus manos entrelazadas. Y así, con sus seis extremidades y su principal apoyo, se alejan intentando acompasar sus ritmos para decir adiós al unísono, haciendo enmudecer al director sabelotodo. Igual se han conocido en el teatro, pero ya caminan como si hubieran pasado juntos toda una vida.

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