lunes, 23 de mayo de 2011

Te enseño. Una lección ecuestre.



Aprende de mí,  con-migo, y con migas, cómo no-hay que ser. Echemos la espuela antes de la partida, brindemos por y con la última que nunca llega y siempre se queda en penúltima.

Sé un buen caballero,
no te juegues el tipo
en los callejones oscuros del deseo, 
que yo de dama sólo tengo el título
pero ningún capítulo
y, al caer la noche,
me pierdo en sus esquinas,
no me corto con sus aristas,
pero me desangro con sus historias,
haciéndolas mías,
relleno páginas de paja
con mi voluntad quebradiza
ante tus requiebros,
pero así no concluyo mis libros. 

Y  si monto en Cólera,
Quijote  tenía a Rocinante,
estaba loco y era hijodealgo,
yo , humilde-mente,
puedo ser una hijadeputa,
puedo estar loca
y también tengo un caballo,
está enfermo,
no es el de Troya
pero arde
cuando mi boca se desboca 
de mi pensamiento
yendo al trote o al galope,
dejando huella de (h)erraduras en el papel.
Me agarro a su crin,  
le llamo Cólera,
Coraje, Ira.
Con él pierdo los estribos,
las bridas,
las riendas y mi vida.
Como contigo.

Y si monto al caballero,
lo hago a horcajadas
y tanto me da si llevo o no llevo falda,
contigo se me bajan la dignidad y las bragas.
Las tetas como las letras,
sin remedio te las enseño,
tras ellas es dónde escondo mis secretos.

Pero tú no calzas espuelas,
pues te vale cualquiera,
y, aunque siempre me las trago,
las espuelas,
pensando que serán la últimas,
no me confundas con una jinetera,
es mi modo de inventar el olvido
de todo cuanto aprendí en tu escuela.
Prendiendo la llama,
incendiando las hojas y la hojarasca.
Todo cuanto queda.
No pagues condena,
nunca lo hiciste,
tampoco ahora,
guarda la cartera.

Y tanto me da si monto tanto 
o tanto montas,
el tonto nunca se desmonta,
no es tan tonto,
y  la tonta, sin armadura,
se armablanda de valor
para la huída en su escuálido corcel.
Que mis ataques diezmaron mis defensas,
y yo no estoy hecha para estos lances
de amor y guerra,
pues soy yo mi única arma arrojadiza
y  mi único escudo humano.

Que de tanto ir la fuente al cántaro, 
rompió enaguas
para que llegaras más profundo
y se corrió en palabras,
calló exhausta,
derrotada ante tu silencio,
dejándote pasar, caballero, por el arco del triunfo.

Ahora paga con secuencias
de películas erróneas,
de final infeliz,
donde la lombriz se come la perdiz
(la perdiz siempre es comida,
la perdiz siempre pierde),
que solo dejan sabor a lágrimas no vertidas,
invertidas,
una por cada letra,
cada letra una cuenta
que cuenta en mi contra
en el collar de mis poemas,
perlas para los cerdos,
lecho de rosas para los asnos.
Ni unos ni otros desmerecen,
desmerezco yo,
por mala directora
en el intento de desnaturalizar el drama.
Menos mal,
he aprendido a pasármelo por dónde el jinete al caballo,
sin silla de montar,
así lo siento más.
Mi premio de consolación

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