lunes, 23 de mayo de 2011

Fragmentos de las memorias venideras de mi demencia senil (locura por mis tetas).

“Y ahora tendré que salir a buscarme alguien que me arranque de cuajo la pena. De alguna manera tendré que olvidarte. Tengo que olvidarte de alguna manera” Quique González. Luis Eduardo Aute.
Un día que vendrá, una viejecita con la cara arrugada como una pasa de Corinto y la memoria de quien ha comido muchos rabillos de pasas malagueñas, visitó la tumba de su amor platónico de juventud,  de sus años mozos, cuando la uva aún pendía del racimo, este del sarmiento, este de la cepa, ésta de la tierra, ésta del uni-verso y este del lápiz que sostengo entre los dedos. Mi ironía no se compadece ni de mí misma, por eso no puedo menos que sonreír a la par que me pregunto si no seré una pequeña diosa, yo, que me creo Nada, creo en y de Nada.
Un día que vendrá, una viejecita con voz temblorosa, el pulso firme, el latido acelerado,  tal como ayer, le seguirá preguntando en vano a su des-amor: “¿Recuerdas que te pedí que me escribieras el cuento de NuncaMás en lugar del de Quizá y no lo hiciste? ¿Recuerdas lo que no-me dijiste? Aún no te lo he perdonado, aunque ya poco importa ¡Qué! ¿No dices nada? Claro, tú siempre con alguna excusa: Ahora con que estás a dos metros bajo tierra ¡Más te hundiría yo!... Bueno, así al menos, podré decir que te tengo a mis pies. Te he traído unas flores para echarte, pero ni de papel, ni de plástico, ni de trapo. De verdad, como mis palabras de entonces. No recuerdo a qué eras alérgico ni con qué se te saltaban las lágrimas y se te caían los mocos, si con  el polvo o con el polen. De todas formas, hoy tienes dos buenos motivos para llorar, te han echado flores encima y estás hecho polvo.

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