miércoles, 23 de febrero de 2011

Los ratones de los ricos son topos.

Iré recopilando en este blog cositas que ya estaban creadas, pues he de reconocer que tengo la necesidad de reunir los miembros desperdigados de este Frankenstein y ponerlos a cubierto bajo el cobertizo de ésta, mi casa. Quizá el resultado de estos fragmentos reunidos sólo sea una criatura monstruosa, pero hasta que no cobre vida y cometa el primer crimen, no lo sabremos. De momento me conformo con su informidad, llegada la necesidad, ya le daré un aspecto menos deforme.

En el mundo al revés la ciudad es BellaMar. En la ciudad al revés, las leyes se escriben en billetes de quinientos cuyo material  es versátil y  se conserva lo mismo en maletines de piel con cierres dorados, que en bolsas de plástico con nudos rudimentarios. En la transacción, La Mula es estándar: Rubia oxigenada de piel bronceada, morcones rojos por labios y ubres a la altura de la garganta que desafían la gravedad. Bajo las uñas, resto de tiza. La nariz siempre empolvada.

Y se reúnen. La Mula le da la única ley que el concejal observa con celo y, a cambio, recibe un anticipo del plan general de ordenación urbana que marcará el Orden de las cosas. Ordena la serranía, convierte el monte desolado en oasis de golf privado; Ordena las tierras rojas peinadas de viñas y olivos en hileras de ladrillo que se expanden en metástasis imparable; Ordena las playas poniendo a dieta sus voluptuosas orillas, dejando al mar sin caderas a las que agarrarse en la embestida. El plan ordena que lo rural se desnude y se vista de urbano. La Mula envía, con su pie, una orden  bajo la mesa y él no tarda en acatarla. Es un topo: ve agujero, tapa agujero.

La ciudad al revés se construye gracias a estos dos títeres. Es refugio de lobos vestidos de oveja. Te miran desde la distancia con la sonrisa afilada disfrazada con faldas de amabilidad y esconden las zancas en calcetines de lana. Viven en sus rediles de lujo. Ellos, los disciplinados exportadores de armas, los pinches narcotraficantes, los de la trata de blancas, los grandes emprendedores cuyas empresas tienen domicilio fiscal en un barril lanzado al mar ¿Dónde quedó la elegancia de “el Padrino”? ¿Dónde sus zapatos de gánster? ¿El beso de la muerte? ¿La inspiradora vendetta (V)?

En la ciudad al revés, chulos y folklóricas peludas brindan su show: la mierda es rosa y se echa en televisión, nunca en el váter. Los cirujanos en poder del bisturí se encargan de la operación de la ballena blanca, prestos a su conversión en sardinilla enlatada.

Y tú, gerente de sus fortunas, puedes seguir con tu ceguera, pensando que la cuelas doblada, obteniendo un informe limpio, alguna salvedad sin importancia. Pero lo cierto es que tengo un informe DESfavorable acerca de vuestra realidad DESvirtuada, DEShonrada, DESmerecida, DESprestigiada, DESmedida, DESpilfarrada, DEScarnada... Mi opinión queda resumida en DES-PRECIO. Págale a mi jefe por ello.

Se acaba por hoy la jornada laboral y a la salida, digo a mi compañera, “Mira, un ratón”. Alarmado, meapilas en esta religión del dinero sucio,  comenzarás a excusarte con la retahíla de que no es un ratón, es un topo, como si los topos dieran más prestigio a estas putas hectáreas agujereadas en mitad de la serranía, a fin de cuentas, si no fuerais tan vanidosos, podríais echarles a los topos la culpa del perfecto hoyo del green. Soy más de campo que un arao, así que murmuro “ahora, a los ratones de los ricos se les llaman topos”. Mi compañera se descojona y él pregunta que qué pasa. “No. Nada” digo mientras pienso “Topota madre”.

De mamones roedores y otras fábulas.

3 comentarios:

  1. ¡Vivan los ratones! Es como leer un clásico ;)

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  2. Gracias, el próximo será de Dickens, que me enternece... Oye, tus sueños se han quedado dormidos? ;)

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  3. Pues un poquito, pero a ver si me animo y los reinvento... :)

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