miércoles, 13 de octubre de 2010

12/09/10. Historias de amor en casas de putas I. La niña de rojo.

Hay un grupo de música que ha sido mi banda sonora durante mucho tiempo. A veces viajo más al fondo de la historia de personajes cantados. No tiene mucho mérito pues muchas de las frases pertenecen a canciones y lo único que hago es hilvanarlas para contar la historia que quiero. Tú comprenderás por qué “algo me aleja de ti” y tú por qué caí.


La niña de rojo y el mito del equilibrista bailaron un vals desafinado... Como la vida misma.

Con su mano tendida la invitó a bailar a la vuelta de la cuerda para que dejara de dibujar esquinas afiladas que cortan noches al alba.

Madame PutaParca dio su consentimiento: “Ve, niña. Baila allí arriba, junto a las estrellas y emborráchate de esta leve eternidad pero que pague tus copas. El paso base: su muslo entre tus piernas. No es un trabajo diferente al de costumbre, cobrarías más si pusieras el corazón”.

Con cierta torpeza desnudo los miedos y yo me voy vistiendo:

Si al despertar al filo de mis legañas dices que soy jodidamente guapa cuando me miras de cerca, me llevas al deseo
de alejarme a otro mundo que no es el tuyo, para que aprendas a verme fea.
Si ves mi leve gesto que anuncia tormentas quédate   cerquita mía y ponte a cubierto, cúbrete de mi cuerpo, tiraré a matar.

La noche es eterna, absurda y cruel.
Y negra, aún más negra porque tu mirada no me hace estremecer.

La luna indiferente sigue en metamorfosis al compás acelerado, pero es básica-mente lenta.

Todo es fácil, hasta que llega el día y la música deja de sonar y niña, caes. Y entonces, te vistes de rojo sangre, porque nunca tú-viste el secreto del equilibrista ni jugaste con engaños, la capucha no te cubrió el rostro y - “a palabra descubierta”-  te partes, de nuevo, la cara. Eres despistada y tienes miedo al instante sin otros instantes que encadenen el momento y tienes miedo a estar aquí y mañana no estarlo. Aprovecha ahora que está dormido y puedes escapar, Madame PutaMemoria retiene todos los segundos, también los tristes.

Pero como al despertar nunca te recuerdo, he de inventarte con los ojos abiertos, sueño. Quédate estas veinte monedas que no se merecen, ya pagaste, me has enseñado a soñar con “riesgo y altura”. Noches más duras han de venir pero no me derrumbaré en cualquiera.

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