lunes, 12 de septiembre de 2011

Pez luna paraselene o realismo mágico.

Sí. Sí. La magia está muy bien, pero quiero tocarla.

La realidad: la mijita, una porción casi inapreciable.

― ¿Prefieres conocer la verdad? ―dices serio, y ante mi gesto de no comprensión, repites lento― ¿Prefieres el conocimiento o la felicidad de tu ignorancia?
Sopeso las palabras estimando daños y desperfectos, sujeto a riesgo cero porque me desconoces, así juego sobre seguro intentando descifrar el acertijo y te disfrazo de oráculo entrometido, pues yo sólo paseaba a tu lado despistada, mirando desde el rompiente con entusiasmo un banco de peces saltar en la orilla, disfrutando de mi disfraz de mujer-florero, no te había preguntado por el origen del uni-verso e inesperada-mente me ofreces una manzana, a sabiendas, tal vez sólo a intuyendas,  de que siempre elegiré morder el pecado, aunque ello conlleve taparme con una pámpana la inocencia recién descubierta. Y en lo que dura un parpadeo, una inclinación de cabeza o una recolocación del pelo tras las orejas, elijo una de tus manos y tú me enseñas lo que el puño encierra dándome la hostia a mano abierta.
­― No es un banco de tus plateados peces rompiendo la orilla de la noche, son reflejos de luna ―sentencias lapidario.
“R.I.P.  Y por favor, que me engulla la tierra, que no sea bulímica y me devuelva afuera”, pienso. Y mi cara es un poema y mis palabras se quedan huecas de voz.

La magia: la miguita, la parte tierna de algo muy pequeño.

Selene bebía de noche
y lloraba en su espejo de nubes
viéndose, entre lágrimas y alcohol,
a sí misma, doble,
doliéndole, las heridas por dos.
Y es que nunca ocurría el milagro
de acabar tirándose al mar y que este gimiera,
y ni siquiera, al ver su imagen envuelta en halo
real-mente se sentía atraído por ella,
ni dejaba de marearla con sus mareas:
las altas, las bajas, las medias.
Ella borracha lo ve todo más claro
 y aunque las medias, las usa altas,
hasta la cintura,
ante él se las baja cuando está de resaca,
luego viene el remordimiento y la culpa
cuando de las guerras del amor, hace carreras.

Desde su asteroide B612
un pequeño príncipe se compadeció de su locura
y para no verla triste, 
le pescó una estrella de cinco puntas
que alumbraría sus noches más oscuras,
y haría más llevadera su abstemia.
Pero al crecer, el lucero resultó ser pez luna.

El principito al principio conciliaba el sueño
hipnotizado por el nadadeo del pez en el cielo
cuando Selene le sacaba de paseo,
pero a menudo,
pensaba en el mundo de la exótica criatura,
y un día se dejó atracar
¡arriba las manos!
por un mar de dudas,
que no llevaba a ningún puerto,
y al que arrojó las joyas de su corona,
descuidó los caprichos de su rosa
y las recaídas de la luna,
que ya no asistía a terapia de grupo
y abandonó a su mascota.
Entonces desatracó el barco Navegamundos
que no sabía navegar
y al pasar una, dos, tres,
cuatro, cinco, seis semanas, naufragó
en las profundidades de los submundos.

La caprichosa flor de tacto de terciopelo y lengua sin pelos,
destetada por el despecho,
culpó al pez astro, y como sabía de los versos de Lorca,
le dijo:
Estrella, como te has convertido en pez luna
yo he de hacerlo en cuchillo”.
Así que éste huyó hacia delante mirando atrás,
atormentado por el brillo afilado
y sin querer tropezó con la luna que estaba llena
de rabia y ginebra
rielando en zigzag por la cuerda floja
sobre el amante amable que sabe a-mar (salado),
haciéndola perder el equilibrio
y me-teorizada,
practicó el a-salto mortal,
tantas veces ensayado
en miles de añicos luz,
pedazos de cristal marino y luna opalina,
hacen que con este alunizaje yo alucine
viendo  un banco
(de peces),
que para mi sí tiene crédito,
aunque no cuento con el aval de la razón,
pues sólo son reflejos entre los borreguitos
que cuento mientras sueño.
Aprendí de Frida y su pueblo
a no temerle al conocimiento, y temeraria,
nunca elijo entre realismo y magia,
ya que en contradicciones soy barroca:
Barro.
Blanda
si me mojas
y una vez mojada
moldeable si me tocas,
una caricia
o
una canción,
como en Ghost
(in the Shell);
Y una vez touché…
Roca.
Dura
si me provocas,
rimas mudas en mi boca,
realidades que conspiran
de magia vestidas,
y lenta-mente desnudas.


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