jueves, 27 de enero de 2011

Clásicos: dibujos y esculturas.

El bloc de dibujo en mis faldas de colegiala y en su portada el discóbolo de Mirón. Mirona, mis ojos adolescentes adolecen de descaro para mirar a los tuyos verdes moteados. Los gallitos de pelea inflan buche comparando crestas mientras las gallinas cacarean comparando espolones de los candidatos en el gallinero. Pero ni tú ni yo ponemos huevos.

Te sentarás a mi lado, te sentiré cerca, sin mediar palabra. Inocente silencio ¿Inocente? Me vuelvo hacia el cristal como si no te mirara, te sueño, inventándote a través de la ventana, donde tu reflejo. Si me giro, mi vista gacha apenas alcanza tu antebrazo, que memorizo y trazo mentalmente para luego transdibujarlo. Me delato fetichista de los miembros de tu cuerpo, quiero tocarlo. Me dan ganas de ser yo el disco que accidentalmente corte tu cabeza para meterme dentro. Te regalaré un ramo de jacintos cuando te corte el cuello.

En el bloc lo tendré dibujado, fuerte, bien formado, escultura griega de concienzudo análisis anatómico, te he estudiado por trozos, los que abarcaba mi campo de visión que vidente, evidente-mente adivinaba que un día estarías al alcance de mi tacto. La inercia en las curvas se intensifica en nosotros que, haciendo de la fuerza centrífuga una excusa, nos fugamos de este mundo, yéndonos a otro, en que nos encontramos más cercanos en este inocente roce de piernas ¿Inocente?

Discóbolo de Mirona, cobraste fuerza y te amé atleta de la mitología helénica antes de saberte de la fe cristiana, de las lamentaciones, el profeta. Cuando hormigas vivas cosquilleaban mi estómago y enrojecían mi cara, cuando el beso, el de Rodin, el más bello, aún no había llegado pero estaba cerca y todavía no se habían vuelto a abrir las puertas del infierno y los amantes desnudos abrazados seguían leyendo en noches de verano, en el camino, bajo el chaparro.  Y aún no se habían endurecido hasta convertirse en bronce ni en mármol.

Llega tu parada, es tu destino y ahora es tu espalda que turba mi sosiego y mi tino. Más, turba mi creatividad, excitando el lápiz que desgasta puntas que más tarde afilaría como lanzas.

Una vez tuve un presente que ahora ha pasado, cuando en papel te creé creyendo que perecedero te estaba creando. Me dieron gato por liebre, yo compraba para mis dibujos hojas caducas y me las vendieron perennes. Hoy eres sombra en el bloc de mi memoria, es la primera vez que lo abro en mucho tiempo. Vulnerable me creíste cuando te soñaba en papel, te sentía en carne, te recordaba en piedra. La carne se pudrió y desapareció y el papel casi se ha borrado. Ya queda menos.

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