jueves, 4 de noviembre de 2010

De las vidas que me invento

29 de julio de 2009, esa fue la fecha exacta de este texto. Viajaba en tren y recordé a todas estas mujeres, no caí en la cuenta hasta más tarde que todas ellas habían sido creadas por hombres. Luego, es mi visión de la visión de hombres sobre sus creaciones femeninas. En otra ocasión he de escribir acerca de mujeres creadas por otras mujeres.
A veces lo hago, elijo víctima y juego a ser dios, uno minúsculo. Un sábado de buena mañana, la saqué de su monótona lectura del “Hola”, tersé su piel y la bronceé, la desnudé de sus rancios ropajes y arrojé su sombrero a las fauces del viento, dejé que su cabello galopara y la hice todas aquellas mujeres a cuya mirada no se puede sobrevivir sin empezar a temerle a la muerte.
Y  te di mil nombres:
Te hice Lilit y te devoraron los demonios, te hice Eva y ningún pero te impidió morder la manzana. Te hice Carmen, la cigarrera que esconde tabaco en la cara interior del muslo, donde a media noche, entre la maleza, lo hallará tu gitano. Y te hice la chiquita piconera y el pintor blandió el pincel ocultando su mirada a tus ojos de brasas, encendida la entrepierna.
Fuiste la rosa caprichosa, fuiste una flor del mal que susurra en francés provocador “15 francos el curso de vuelo intensivo, el opio es la medicina para el mareo, la sífilis el riesgo del aviador”. Fuiste Olvido, te adjudiqué las travesuras de la niña mala.
Y seguí regalándote nombres, algunos amables, pero nunca el de cursis que se bajaban la dignidad con facilidad.
Y la dama de las camelias esperó su flor y su helado de turrón. Y Mercedes en el barrio catalán, y María rapada y enamorada del dinamitero americano que te enseñó a volar… puentes. Fuiste Sherezade y sus mil noches, y una más. Una noche más es un regalo cuando la eternidad está a punto de acabar.
En susurro suplicaste una orden “play it again, Sam”,  olvidando que la esclavitud se abolió y seguiste fumando destrozando las últimas páginas de tus capítulos, pensando que un beso es solo un beso. Fuiste el animal más bello.
Y viene el poeta y endiosa tus andares, angeliza tu sonrisa y saca del armario las finas sedas. Te coloca el hábito de musa. Y manos a la obra, hace lo que sabe: te escribe un poema.
Pero recuerda que antes del cielo fuiste de la tierra: Yo te di la sangre y el brío.

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